por Víctor Uribe
No sucedió de noche,
como los malos sueños.
Ninguna puerta
se abrió a destiempo.
Ningún crujido se alargó
por el pasillo
revolviendo el silencio.
Nada de sombras aberrantes
detrás de las cortinas,
ni un mueble,
ni un solo objeto
que opacara la nitidez de la tarde.
Bajo aquel sol
que huía de las paredes,
una cama
se anunciaba en el espejo y,
sobre ella,
un hombre se acercaba,
sigiloso,
al niño.
